LOS DIARIOS DE HEATHMOOR
Caballeros, vikingos y samurái. Sus acciones en la Guerra de facciones han dado forma al mundo de For Honor hasta convertirlo en lo que conocemos.
Ahora ha llegado el momento para revivir las más grandes batallas de la Guerra de facciones a través de los ojos de los héroes que lucharon en ellas.
Descubre cómo tus decisiones pasadas han hecho historia en las tierras de Heathmoor.
EVENTOS DE LA GUERRA DE FACCIONES
Los samurái sorprendieron a todos durante la primera campaña de la novena temporada de la Guerra de facciones de For Honor. El Myre fue enormemente dominado por los vikingos hasta que los samurái cambiaron el curso en la cuarta batalla. Desde Dead Shades comenzaron a reconquistar todos sus territorios, después avanzaron hacia el norte y expandieron sus fronteras hasta Chiffer en la batalla 15. La segunda entrada de los Diarios de Heathmoor brinda más detalles acerca de uno de los mayores regresos de los samurái en la historia de Heathmoor y cómo es que un Shugoki obtuvo una nueva fortaleza que benefició a toda la facción.
IMÁGENES DE LA GUERRA DE FACCIONES
Antes
Después
LAS SOMBRAS DE HITOKIRI
DÍAS 11 A 13, CMXXII A.L.
...Entonces fue cuando llegó una alta y solitaria Hitokiri
Cargando consigo una enorme masakari.
Había viajado para sentenciar a Ryoshi,
Un corazón maligno rodeado de secretos.
Aunque se levantaron los muertos, Ryoshi rió.
Una flor cayó y su sonrisa comenzó a marchitarse.
Un extracto de un poema samurái
El clan Himnar ha estado perdido por semanas. Los vikingos desconocen su paradero tras haber librado una gran batalla en Goat Forest y comienzan a perder esperanzas de encontrarlos. Excepto Kara, cuya determinación no se ha visto mermada. El líder de los Himnar, un caudillo llamado Berimund, fue quien la inspiró a convertirse en una Valkiria. También era un viejo jabalí terco que había vivido más que muchos, incluidos los Blackstones.
Para la gran sorpresa de Kara, lo encontraría no en Myre sino mucho más al norte, en las puertas de la ciudadela de Grunnfjord. Y aunque reapareció, ya no era el guerrero valeroso e impetuoso con el que Kara luchaba. Ya era solo una sombra de sí mismo. La cara del caudillo estaba marcada por una mueca de terror y apenas era capaz de pronunciar palabra. La Valkiria trajo a los mejores curadores para salvarlo. El caudillo finalmente recobró un poco de conciencia y comenzó a contar la historia más perturbadora de todas...
EL CAUDILLO
El ataque en Goat Forest ha sido un enorme éxito. Los vikingos de Berimund hicieron trizas a los samurái a pesar de la brutal lluvia que cayó sobre el campo de batalla; únicamente unos poco enemigos han sobrevivido y huyeron hacia el este, hacia Dead Shades. El caudillo estaba determinado para acabar rápidamente con los últimos sobrevivientes para después regresar al norte y celebrar con un glorioso banquete.
Berimund y sus guerreros avanzaron por un pequeño pueblo abandonado de Dead Shades conocido como Kaidan. Era un lugar plagado por el miedo desde que un Hitokiri llegó a masacrar a todos sus pobladores. Algunos decían, incluso, que el Hitokiri se había convertido en un "espíritu de la muerte" y que había despertado algún poder prohibido. Aunque el caudillo no creyó estas historias, se mantuvo con la guardia en alto. Ordenó a sus guerreros buscar en las pagodas aunque todas parecían estar vacías. Cuando los vikingos sintieron un escalofrío, Berimund tomó su escudo y buscó más pistas a su alrededor. Tan solo había árboles estériles, estatuas desgastadas... y un olor a cadáveres y flores que resultaba atractivo y nauseabundo al mismo tiempo.
Un explorador vikingo señaló los árboles. Comenzaron a aparecer pequeños botones rosados en sus ramas. Súbitamente comenzaron a florar de manera no natural. En un parpadeo, dieron un giro, se separaron de las ramitas, cepillaron el suelo...
...y se convirtieron en sangre por completo.
Las piscinas de carmín se inundaron hacia el explorador, que se quedó petrificado de terror. Berimund gritó más órdenes con furia. Las extrañas flores, la sangre... todo eso era solo una ilusión samurái. Un intento desesperado de asustar a los vikingos...
Después, desde las cortezas de todos los árboles, siluetas fugaces se alzaron oscuramente y se arremolinaron. Sus ojos etéreos se ensancharon. Sus bocas distorsionadas aullaban.
Uno a uno fueron traídos a la vida y formaron un ejército de samurái muertos vivientes.
La muerte había ennegrecido sus venas y decolorado sus pieles. Un enorme Shugoki muerto viviente levantó su kanabo y aplastó al explorador vikingo quien cayó al suelo como si no fuera más que una hojita sobre la niebla. La mayoría de los hombres del norte comenzaron a sentir terror, pero Berimund se negó a creer semejante locura. Él no iba a permitir que los samurái engañaran a sus guerreros con trucos baratos. El viejo vikingo blandió su espada y cruzó miradas con el fantasmagórico Shugoki. El samurái dejó salir un brutal alarido y se abalanzó contra el caudillo quien esquivó rápidamente el ataque. Berimund aprovechó la oportunidad para derribar al Shugoki y clavó su espada sobre el pecho de su oponente. Conforme martillaba su espada usando su escudo, llamó a sus guerreros para que hicieran lo mismo. Los samurái no eran demonios invencibles, ¡eran tan solo unos locos jugando con sus mentes!
Sin embargo, los Shugoki se levantaron. Retiró la espada del señor de la guerra de su pecho ileso como si fuera una ramita insignificante. Tomó la garganta de Berimund y susurró con una voz vacía...
"¡Ryoshi! Ryoshi…"
El caudillo tomó a Kara del antebrazo. Por un breve instante su piel se tornó pálida y sus venas se ennegrecieron. Sobresaltada, la Valkiria apartó a Berimund, pero las marcas desaparecieron rápidamente y el anciano permaneció en silencio.
Berimund estaba muerto.
Tras de semanas de obtener más información de inteligencia en la Batalla de Kaidan, Kara encontró a otro testigo: Ami, una joven soldado samurái que había abandonado a su propio clan después de lo que vio en el pueblo...
EL DESERTOR
La joven Ami formó parte de los afortunados soldados que sobrevivieron a la batalla en Goat Forest. Sin embargo, cuando se enteró que buscarían refugio en Kaidan, temió lo peor. Hasta donde ella sabía, ningún samurái había entrado a ese pueblo maldito desde la masacre de Sakura.
Ami se había imaginado una verdadera ciudad de pesadilla, plagada de viejos cadáveres de las víctimas de Hitokiri. Lo que encontró, en cambio, fue un tranquilo pueblo donde no quedaba rastro de la masacre. Mientras Los samurái cruzaban las calles vacías, una densa niebla amortiguaba cada paso. Una suave brisa movió las linternas de papel en los árboles; Para el desconcierto de Ami, todas se iluminaron cuando los samurái pasaron.
Entonces, una horda de intimidantes guerreros se hicieron visibles. Vikingos.
Los samurái se reagruparon y el terror se abrió paso por la espalda de Ami conforme observaba a Berimund y a sus guerreros avanzando presurosos hacia ellos. Ella observó a su líder, sabiendo que su fortaleza le daría coraje. Él era Okuma, el mayor Shugoki del clan Minamoto. En el Goat Forest había arriesgado su vida para proteger a sus tropas. Superados en número por los vikingos en Kaidan, Okuma una vez más se alzaba resuelto y lleno de orgullo. Siguiendo su ejemplo, Ami blandió su espada y se prometió a sí misma que no defraudaría a sus compañeros. Lucharía y moriría con honor.
Y aparecieron los espíritus.
Tanto los vikingos como los samurái se detuvieron en seco conforme los vieron aparecer desde los árboles. Las oscuras siluetas serpenteaban entre la niebla, susurrando ominosas maldiciones a todos. Aquellos eran los fantasmas de las víctimas de Sakura. Ami apretó los dientes y cerró los ojos, así no es como imaginaba su propia muerte. Tras solo una semana luchando con el clan Minamoto, asesinada por unos espíritus vengativos... ¡a menos, claro, que la atraparan en un infierno samurái por toda la eternidad!
Sin embargo, los fantasmas no atacaron a los samurái. Se dieron la vuelta y se hicieron con las almas de los vikingos. Uno por uno, los enemigos cayeron al suelo polvoriento en total silencio y se convirtieron en extrañas volutas de humo negro.
Únicamente Berimund pareció resistir a los guerreros etéreos quienes finalmente se unificaron en uno solo... un solo guerrero de carne y hueso que cargaba dos espadas. En un instante el guerrero se acercó a Berimund y le susurró algo que Ami no pudo escuchar. Sin embargo su sombra...
De pronto la piel de Ami se volvió blanca y sus venas se oscurecieron. Tomó el brazo de la Valkiria y gritó:
"¡Es Ryoshi! ¡se acerca!"
La voz de la samurái se quebró. Ella cayó al suelo, sin vida.
Determinada a resolver el misterio de Kaidan, Kara envió espías para aprender más acerca del Shugoki conocido como Okuma. Se enteró que él había conquistado la mayoría de Valkenheim en tan solo unas pocas semanas con unos pocos samurái, que se decía, estaban "poseídos". El Shugoki ahora estaba a las puertas de la fortaleza de Chiffer con su ejército. Kara necesitaba escuchar un testimonio más antes de luchar contra él. Uno que no viniera de un samurái o de un vikingo sino de un cazador de tesoros solitario llamado Eric...
EL CAZADOR DE TESOROS
La máscara de Ryoshi. Cuando el viejo Eric se enteró de ella, supo de inmediato que aquel podría ser el último tesoro que necesitaba para volver su sueño realidad. Con la enorme cantidad de Steel que obtendría por ella, podría comprar la taberna Phoenix Fire para sí mismo...
Le tomaron una infinidad de pintas con un rebelde samurái, un excéntrico monje Shaolin, y con un caballero errante para enterarse del paradero de la máscara. Se supone que estaba escondida en un santuario de un pequeño pueblo llamado Kaidan. El viejo Eric se aventuró por sí solo, a fin de cuentas, no era la clase de persona que compartía sus ganancias. Su emoción se hizo aún mayor conforme avanzaba por las tranquilas calles de aquel pueblo abandonado. Él lo sabía todo sobre las terroríficas historias de Kaidan y se regocijó. ¿Quién se atrevería a entrar a un pueblo maldecido por su antiguo líder, uno que se había convertido en fantasma gracias a la rara máscara que usaba? Únicamente un viejo saqueador estaría lo suficientemente loco como para desentrañar los secretos de Kaidan.
Eric buscó con cuidado entre las pagodas pero todo lo que consiguió fueron montones de polvo. Ni siquiera una buena cerveza añejada o algo comestible con qué saciar su hambre. Nada que se pareciera a sus futuras comidas en la taberna Phoenix Fire con sus brochetas marinadas, las coles rellenas o la hidromiel...
Conforme soñaba despierto con esas delicias, el cazador de tesoros se tropezó con una roca y cayó justo en la entrada de un vasto santuario. Parecía que la fortuna estaba de su lado. La enorme y ominosa estatua que yacía delante suyo era exactamente como la habían descrito los guerreros. ¡Era el santuario de Ryoshi!
Conforme comenzó a buscar el altar del templo, un ruidoso búho comenzó a hacer eco tras de sí.
Una batalla. Tanto como Eric admiraba a los guerreros de todas las facciones, también deseaba no tener que cruzarse en su camino con tanta frecuencia mientras busca tesoros. Se encontró con una pagoda abandonada y comenzó a husmear a través de una ventana. Los samurái y los vikingos comenzaron a luchar ferozmente en el pueblo y Eric los observó por un rato hasta que notó una extraña silueta amenazando desde la distancia. Un guerrero solitario con dos espadas, con una extraña sombra siguiéndolo...
Era Ryoshi, el antiguo líder de Kaidan y la primera víctima de Hitokiri.
Conforme Ryoshi cruzaba el campo de batalla, todos los samurái y los vikingos cayeron en un sueño profundo. El propio Eric se sintió agotado pero luchó por mantenerse despierto conforme veía al fantasmagórico guerrero acercarse al gran Shugoki. Ryoshi murmuró algo que Eric no pudo escuchar y entonces el Shugoki se alzó con su piel decolorada y sus venas ennegrecidas; el resto de los samurái se alzaron y Ryoshi se desvaneció.
Era como si alguna fuerza de otro mundo estuviera poseyendo a los guerreros samurái. En un instante masacraron a todos los vikingos... y el pobre Eric escapó tan rápido como pudo.
Agitado, el cazador de tesoros ya no podía hablar. Kara le dio una buena cantidad de Steel por su valioso testimonio. No sería suficiente cubrir todos los gastos de la taberna Phoenix Fire, pero era un buen comienzo...
La Valkiria llamó entonces a sus mejores guerreros y se prepararon para la batalla. Vengaría a Berimund y expulsaría a los infames samurái de Valkenheim. Ya sea que Okuma y sus guerreros estén locos, bendecidos o maldecidos por el legado de los Hitokiri, ella tendría que encontrar su propia respuesta en el campo de batalla.