Riffs pegadizos para menear la cabeza, pasajes acústicos, compases progresivos y una impecable intuición para la melodía y la atmósfera: Opeth lo hace todo, y con más inteligencia que casi todos. Esta banda, formada en 1989 en Estocolmo (Suecia) para tocar death metal, sigue forzando los límites creativos y rompiendo barreras dentro del metal extremo, un género que no siempre recibe bien la variedad y el cambio.
Desde la marcha en 1992 del vocalista original, David Isberg, el cantante principal, guitarrista y compositor Mikael Åkerfeldt ha sido la fuerza creativa que impulsa Opeth. A Åkerfeldt no le asusta alejarse de los procesos de composición estándar del metal, como dijo en una entrevista para Metal Hammer en 2006: «No le veo sentido a tocar en un grupo e ir en una única dirección, cuando puedes hacerlo todo. Para nosotros, sería imposible tocar solo death metal. Esas son nuestras raíces, pero ahora somos un compendio de todo, no puristas de ninguna forma musical. No nos da miedo experimentar […] Eso es lo que nos mantiene en marcha».
El quinto disco de estudio de Opeth, Blackwater Park, lanzado en 2001, rompió muchos moldes al combinar el death y el black metal con pasajes de guitarra acústica, piano y voces limpias. La canción que da título al álbum dura doce minutos y medio y sumerge al oyente en un viaje lleno de giros y sorpresas. Cada dos minutos tenemos cambios dinámicos en la melodía o el volumen, así que no cabe el aburrimiento.
El comienzo de «Blackwater Park» es muy atmosférico, con una línea de guitarra sostenida (tocada con un EBow) que da paso al primer riff sobre una marcha a 4/4. La siguiente secuencia de acordes se repite mientras la melodía del EBow continúa por encima:
Esta secuencia se resuelve en un riff sincopado que bascula alrededor de D, antes de que todo desaparezca abruptamente para dar paso a una guitarra acústica aislada que construye sobre el riff anterior. La batería y las guitarras eléctricas regresan tan abruptamente como se fueron, reflejando el riff acústico. Sorprendentemente, la representativa voz gutural de Åkerfeldt no es omnipresente y no aparece hasta 2:20. Además, va entrando y saliendo cada par de minutos, antes de desaparecer definitivamente en 9:15. La ausencia de la voz deja el peso principal a unas guitarras impresionantes.
La evocadora sección acústica del primer tercio de la canción es uno de sus momentos más notables. A partir de esta sección se construye el resto del tema hasta alcanzar su clímax en la segunda mitad, para terminar con una salida acústica de aires folk.
Opeth tiene un modo único de repetir el mismo riff e ir introduciendo pequeños cambios con cada repetición: un par de acordes extra por aquí, un trino por allá. Este enfoque crea una voz constante a lo largo de la canción que ata las distintas partes de un modo coherente, pero añadiendo variedad suficiente como para que nunca resulte aburrido. No es fácil conseguir el equilibrio entre los momentos atmosféricos y el guitarreo más técnico al componer metal, pero Opeth nos da toda una lección al respecto.
Leila Abdul-Rauf es multiinstrumentista y compositora. Vive en Oakland (California). Es profesora particular de guitarra y voz, y lleva dos décadas grabando y actuando tanto en su país como en el extranjero en incontables proyectos musicales.
«Opeth performing live at Rock Hard Festival 2017, Gelsenkirchen, Germany», por Grywnn, se usa con licencia CC BY-SA 4.0
*«Mikael Åkerfeldt, singer of Opeth, Rock im Park Festival 2014», por Antje Naumann/AllSystemsRed, se usa con licencia CC BY-SA 3.0. *
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