Cuando tenía dos años, mi padre me llevó a un museo por primera vez. Solía pedirle que fuéramos a ver a mi yaya constantemente, así que la visitábamos todos los viernes, sin falta. ¡Así conseguía sacarme del garaje! Pero al crecer, esas visitas fueron perdiendo importancia.
“Dicen que el tiempo cura todas las heridas. Pero, ¿qué hay de las heridas que nunca se han cerrado?”
Al pensar en su vida me doy cuenta de que no sé nada. Lo primero que recuerdo de ella es su sonrisa, pero no sé nada de sus sueños, sus deseos, sus miedos… Me encanta la luz que veo en los ojos de mi padre cuando la recuerda. Ella sigue viva en su corazón. Siempre que voy de visita me paso horas escuchándole hablar de ella, intentando captar un poco de esa luz.
El número de víctimas de una guerra nunca cuenta toda la historia. No habla de las muertes que se producen tras la firma de tratados. Las malas costumbres, las viejas heridas, los recuerdos… son cosas que matan mucho más despacio. No podemos entenderlo, pero sí recordarlo y, si Dios quiere, evitar que una tragedia así vuelva a producirse.
-- Agente Elena “Mira” María Álvarez
“El pasado es una lente con la que podemos ver nuestro propio futuro. La inspiración y las oportunidades vienen de la introspección y la observación.”
